Hace diez años asistí a mi primer retiro de meditación. Llevaba un año practicando meditación y ya era consciente de los beneficios que tenía en mi vida. Algunos de estos beneficios eran claros, mientras que otros permanecían como una mera intuición o comprensión intelectual.
Este retiro, de siete días, se centraba en la práctica de la meditación mindfulness dentro de un contexto de “noble silencio”. Aunque ya había participado en retiros anteriores, ninguno había sido tan extenso ni intensivo, por lo que me adentraba en un terreno desconocido, con una mente curiosa e inquieta por la experiencia. Durante esos siete días, la práctica se intensificó y mi comprensión también, llevando a experiencias profundamente reveladoras. Sin embargo, lo que realmente se ha mantenido en el tiempo como recuerdo, no solo en mi mente sino también en mi cuerpo, fue la experiencia de estar realmente vivo, por primera vez en mi vida.
Esta sensación se despertó de la manera más sencilla y común. No recuerdo si fue el tercer o cuarto día de retiro, en un periodo de descanso después de comer, decidí dar un paseo por la zona de árboles del centro. No hacía mucho calor y la idea de tumbarme bajo un árbol y descansar resultaba muy apetecible. Durante el retiro, estamos afinando y entrenando nuestra atención, de manera que al cabo de unos días todos mis sentidos estaban más agudizados y mis percepciones más intensas y nítidas. Bajo ese árbol, comencé a sentir el peso de mi cuerpo sobre el suelo, el contacto de la hierba en mis piernas y brazos. De repente, las hojas del árbol que estaban sobre mí cobraron un significado diferente al moverse con la brisa del aire. Estaba sintiendo de manera clara la experiencia de estar vivo. No solo estaba vivo, sino que también era consciente y sentía esa sensación. Fue algo realmente revelador.
En muchas otras ocasiones he vivido esta misma experiencia, no solo en periodos de retiro, sino también en momentos del día a día o compartiendo experiencias con otras personas. Es realmente sorprendente cómo la práctica de la meditación puede cambiar nuestra comprensión de la vida y hacerla mucho más real y vívida.
No basta solo con estar vivo para experimentar el regalo del tiempo que tenemos en este mundo. Estar vivo es el paso más básico, la primera fase de un juego, en el que si no sigues avanzando te puedes perder casi todo lo que ocurre en él. Además de estar vivo, tenemos que tratar de ser conscientes de esa experiencia. Es así como se podría definir la acción de vivir: ser conscientes de nuestra vida.
Para algunas personas, el paso de los años les ofrece esta comprensión y claridad; para otras, ni siquiera el tiempo se convierte en maestro. No es necesario llegar a nuestra vejez para poder vivir con plenitud. Podemos tomar la decisión de despertar en nuestra vida y comenzar a transitarla con una conciencia abierta, clara y compasiva.
La práctica de la meditación es tu gran aliada en este noble propósito. Meditar te da la oportunidad de sentir la vida en toda su esencia y profundidad. No solo lo que transcurre fuera de ti, sino también toda esa vida que transcurre en tu cuerpo y tu mente en relación constante con lo que te rodea. Cuando vives de manera consciente, cada momento se vuelve revelador y mágico. La verdad de las cosas se manifiesta ante ti como nunca antes, y esto te hace realmente feliz, porque has comenzado a quitar los velos que te impedían ver el gran regalo que es tu vida.
Puedes estar vivo, aunque eso no signifique que estés ejerciendo la acción de vivir. Podemos pasar mucho tiempo sin tomar conciencia realmente de la grandeza que es esta vida y de lo únicos e importantes que somos para este momento de la existencia. Tienes la oportunidad de despertar, sentir y vivir plenamente. Puedes empezar en este mismo momento. Puedes empezar ahora.